martes, 26 de enero de 2016

Caperucita nunca será devorada (XXIX)

  Del resto de las innumerables legiones que pululaban por el país, mejor no decir mucho, sólo mencionar a dos por su innecesaria e incompetente presencia. Una de ellas la componían unos hombres con trajes ajustados, montera y taleguilla, que espada en mano se dedicaban a dar mandobles a nobles animales. La otra, hombres con toga y birrete que se decían impartidores de justicia, que no sólo la hacían ciega, sino sorda y muda también. Estos no acertaban ni una y no se sabía si a propósito o por simple casualidad, además eran lentísimos tomando sus decisiones, una vez dictada sentencia, con toda probabilidad, los implicados en dichas sentencias, habrían fallecido ya hacía décadas.

  Así que si uno se daba una vuelta por ese curioso país, principalmente se podía encontrar lo siguiente:


  - Una familia de cierto renombrillo que no hacía más que gastar y gastar.

 - Un señor con bigote regalando prebendas a los de la sotana, capa y capirote y     jugando a los marcianitos con tres de sus amigotes. Todos ya jubilados, menos mal.

 - Los mencionados de sotana, capa y capirote, soltando discursos los fines de semana y el resto sin rechistar, amén.

 - Los presuntos dirigentes irritando y cabreando a la población.

 - Los del traje ajustado, montera y taleguilla, asustando con sus espadas.

 - Los de toga y birrete sin atinar ni una.

  - Vaya joya te ha vendido Kerkel-, dijo Cuin a Shi. –Se va a enterar cuando la vea-, respondió Shi.
  
  Pestaña, que gran país, si no fuera por los hombres que allí habitaban. Sólo sus hermosas y luchadoras mujeres daban resplandor a ese maltratado país. Pestaña, que sin saberlo aún, pronto desempeñará un gran servicio a la humanidad.

martes, 19 de enero de 2016

Caperucita nunca será devorada (XXVIII)

  Debido a una ley que se inventó un señor con bigote, que pasó un cierto tiempo haciendo como si dirigiera Pestaña, determinados edificios con una cruz en lo alto, también estaban exentos de pagar al fisco, además lo que decían los habitantes de estos edificios con una cruz en lo alto, que vestían amplias sotanas, capa y capirote, que les hacía parecer, entre ridículos y temibles,  era dogma de fe, o así lo llamaban, con lo cual casi ninguno de los habitantes de aquel lugar se atrevía a llevarles la contraria.

  Estos hombres, porque todos eran hombres, que al igual que el Club Totario Ese, no admitían a mujeres en sus órganos dirigentes, se dedicaban por lo menos una vez por semana, intentando no coincidir mucho con los del pantalón corto, camiseta de rayas y medias hasta las rodillas, a soltar unos interminables discursos llenos de bonitas palabras y encomiables e increíbles actos, que por cierto no se parecían en nada a lo que ellos mismos practicaban. Estos discursos siempre acababan de la misma manera y con la misma palabra, amén, que al oírla, sus fieles seguidores al unísono volvían a pronunciar.

  Los de la sotana se permitían el lujo de opinar de todos los temas habidos y por haber, sin tener absolutamente ni pajolera idea de la mayaría de ellos, pero les daba igual, ellos opinaban, además como sentaban dogma de fe, nadie rechistaba. Estos eran legión, pero había muchas más legiones en este curioso país.

  Otros que eran legión eran los presuntos dirigentes que manejaban Pestaña. Estos podríamos decir que eran los peores, qué malos que eran, tan malos, que con sólo oír sus nombres, la gente se ponía nerviosísima y cada vez que hablaban causaban una profunda irritación a la población, así que mejor no seguir diciendo nada más de ellos, no sea que nos contagiemos.

sábado, 16 de enero de 2016

Caperucita nunca será devorada (XXVII)

  Una semana antes de la reunión, llegaron Cuin y Shi a la Casa Rural. Estuvieron de viaje por varios países, pero se detuvieron en uno que les llamó especialmente la atención. Era un país de los últimos que había comprado Cuin, bueno, había comprado sólo la mitad, ya que la otra parte pertenecía a Kerkel, que fue quién la animó a invertir en él.

  Este país, llamado Pestaña, tenía una situación social, política y religiosa muy curiosa. Pestaña estaba hecha unos zorros, pero a los hombres allí reunidos parecía no importarles mucho. Ellos seguían a lo suyo, adorando a sus dioses que siempre iban vestidos en pantalón corto, camiseta de rayas o lisa, medias hasta la rodilla y unas botas con tacos, para no resbalar sobre la hierba y juntos todos, persiguiendo un balón. A estos supuestos dioses los veían, en un principio, todos los sábados y domingos generalmente por televisión, luego la cosa se alargó y también podían verlos los miércoles, pero la televisión, que es muy lista, vio que la cosa funcionaba y decidió que lo mejor para que no pensasen en otra cosa, era que estuvieran atentos a ellos todos los días de la semana, del mes y del año, hecho que finalmente así sucedió.

  El cierre de la caja de los dineros no pareció tener consecuencia para ellos, pues seguían frecuentando sus respectivos clubs, que aquí los llamaban bares, pero lo que sí que les hizo daño fue el cierre parcial de la caja de Opera, con la emisión constante por tv de “Los Documentales de la Dos”, ya que no podían ver diariamente a sus dioses actuar, en esos estadios llenos de gente vociferando alabanzas a unos determinados colores. A todo esto, ellas monísimas, como siempre.

  La familia presuntamente reinante en ese país, liderada por un tal Trampachano, constaba de un interminable número de miembros, todos ellos mantenidos por el fisco y algunos de ellos investigados por el mismo. Shi estaba realmente, y nunca mejor dicho, cabreada por esto, pues cuando invirtió en este país Kerkel no le dijo nada acerca de esa circunstancia, encontrándose con que tenía que mantener a todos ellos, además, con aficiones bien caras y extravagantes.

  Al Trampachano este y a toda su prole, los conocía bien Kerkel, porque solían pasar las vacaciones en el mismo lugar que ella, en Calma Yorka, con lo que Shi pensó que Kerkel ya le podría haber avisado de cómo las gastaba el Trampachano ese. De todas formas este no era el único motivo de cabreo de Shi respecto a la inversión que había realizado en Pestaña.

lunes, 11 de enero de 2016

Caperucita nunca será devorada (XXVI)

  Una vez finalizados todos los actos de abdicación de Cuin, Kerkel y Shi le preguntaron que qué iba a hacer hasta el día 16 de junio en que tendría lugar la próxima y definitiva reunión. Cuin dijo que no sabía exactamente qué hacer, que a lo mejor se iba a la Casa Rural, para descansar un poco y preparar a conciencia dicha reunión, y a su vez les preguntó qué iban a hacer ellas.

  Kerkel, que a pesar de su aspecto, era una mujer muy romántica y sentimental, dijo que ella se iría a sus dominios, a despedirse de su marido y de algunos amigos, y principalmente, a quedarse embarazada, pues quería tener un bonito recuerdo del pasado, siempre había querido tener un hijo y que ahora que el mundo iba a dar un cambio tan radical, sería el mejor momento para hacerlo. Shi, que era mucho más práctica, y aun pensando que lo que iba a hacer Kerkel era una absoluta tontería, le animó y le dio todo su apoyo, al igual que hizo Cuin.

  Shi se iba a dedicar a visitar un par de países de los últimos que había comprado y que todavía no había visto. Propuso a Cuin que se fuera con ella y que luego las dos juntas se marcharan a la Casa Rural a esperar a Kerkel y preparar todo para la reunión del día 16. Cuin, debido a su habilidad para el maquillaje y elección en el vestir, se disfrazó de amiga de Shi y juntas se fueron de viaje en el avión de Shi.

jueves, 7 de enero de 2016

Caperucita nunca será devorada (XXV)

  Se levantó Cuin, se levantó Kerkel y se levantó Shi, esa fue la última vez que los hombres allí presentes las volvieron a ver.

  Los hombres allí reunidos no dieron mucha importancia a las palabras de Cuin, -Bah, mujeres-, pensaron. Se levantaron y se fueron a sus respectivos clubs a intentar seguir arreglando el mundo. Al llegar a ellos se encontraron con un curioso cartel en la puerta: “Se ruega abonen las consumiciones antes de ser servidas”. El hecho de que Tistine La Del Garde hubiera guardado la llave de los dineros en la parte más intima de su cuerpo y todavía tuviera su caja herméticamente cerrada, empezaba a sentirse.

  Como no podían estar en sus Clubs, y sin saber qué hacer, se dirigieron a sus respectivas casas, dispuestos a ver el partido de la tarde o a devorar cualquier otro evento deportivo que transmitieran en la otra caja, la caja de Opera, que a diferencia de la de Tistine, era más grande, más plana, más llena de color, con mando a distancia y con un sonido 5.1 espectacular.

  Pero también Opera mantenía de momento su caja cerrada, bueno, para ser exactos, la mantenía parcialmente cerrada, ya que sólo emitía un programa que se llamaba “Los Documentales de la Dos” o algo parecido, con lo cual la desesperación y desgana del género masculino era ya casi total, prácticamente sólo se dedicaban a deambular por las calles sin rumbo, sin sentido y sin saber qué hacer.  Ellas seguían monísimas, dedicadas a sus cosas, cuidando de los suyos, cuidando de su cuerpo y de su mente y dándose algún que otro capricho.

  Estos hechos no sólo ocurría en los dominios de Cuin, sino que en el mundo entero pasaba exactamente lo mismo. Los efectos del cierre de las dos cajas más importantes hasta entonces, empezaban a tener sus frutos y sus consecuencias.