El señor Cervantes, a principios del siglo XVII, creo dos
personajes, uno, iluso y encantador, pleno de ideales y dotado de una
maravillosa locura, otro, falsamente entrañable y campechano, fiel y egoísta
ignorante, que sólo seguía a su maestro por pura y ciega ambición. Nosotros,
cuatro siglos después y en pleno uso de nuestras facultades, se supone, y por
alguna extraña razón que me supera, hemos decidido que este último personaje
era el que mejor nos definía, por lo que vamos en burro y siempre detrás, sin
importarnos absolutamente nada quién nos guía y conduce, obedeciendo ciegamente
los dictámenes de cualquier mediocre personaje que se cruza en nuestro camino.
No tenemos la barriga llena y mucho menos el
bolsillo, por no tener, ya no tenemos ni burro que montar, pero ahí seguimos, fieles
a lo absurdo e incongruente, sin ningún atisbo de maravillosa locura ni ideal que defender y sin posibilidad de que ningún Caballero nos venga
a rescatar, entre otras cosas, porque seguramente lo lincharíamos nada más
verlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario