miércoles, 24 de enero de 2018

Rajdemont (Un dedo en cada mano y ninguno en la frente)

  
  El pobre Rajdemont solo tiene un dedo en cada mano y ninguno en la frente. Nadie sabe si nació con ese defecto o sucedió con el transcurrir de los años. Unos dicen que perdió los dedos de tanto meterlos en cajas que no debía, otros, que sus dedos eran tan independientes que le fue imposible mantenerlos juntos por mucho tiempo, pero la mayoría cree, que a la vez que se le caían los dedos de la frente, se le fueron cayendo los de la mano.

lunes, 7 de agosto de 2017

Grooland (3/3)

  Mientras la espera de los desesperados continuaba, en Grooland, ante la falta de actividad de las industrias de los pueblos vecinos, el cielo pareció despejarse, algunos claros dejaban pasar unos cuantos rayos de un sol que se creía extinguido, una valiente brizna de hierba contagió a otras briznas y todas formaron un prado, un renacuajo surgido de una charca cercana llegó a ser rana y se comió una mosca que acababa de despegar de una mierda de vaca que había aparecido en el prado creado recientemente comiéndose a la valiente brizna de hierba. Estos avances de la naturaleza hicieron que entre los desesperados que esperaban la limpieza de los alrededores de la torre para efectuar su salto, cundiera un ánimo de esperanza, a esta esperanza también ayudaba las comodidades que Douro había dispuesto para que su espera no fuera tan desesperada, y ese hilo de esperanza sembró ciertas dudas entre los desesperados que ahora aguardaban cómodamente en las casas habilitadas a tal efecto por Douro y alargaban en exceso su salto al vacío. Ante esta nueva situación Douro tuvo que tomar una drástica determinación, el que no saltará a lo largo del día tenía que abandonar inmediatamente Grooland. Prácticamente la mitad de los allí instalados decidieron saltar, el resto, animado por la visión de la rana comiéndose a la mosca que acababa de despegar de la mierda de vaca que a su vez se había comido a la valiente brizna de hierba, decidió regresar a sus lugares de origen.

   Pasado el episodio de la desesperación colectiva, Douro pensó que la Gran Torre volvería a tener la función que tenía antaño, que no era otra que deslucir de manera tremenda el paisaje, pero se equivocó. El uso que se dio a la torre esos días llegó hasta oídos muy lejanos, atrayendo a gente diversa que quería hacer uso de ella costara lo que costara. Ante esta perspectiva Douro no iba a dejar que Grooland se convirtiera en una anarquía de desesperados sin ningún tipo de control haciendo cola a los pies de la torre para estampar sus cuerpos sobre unos prados que volvían a querer ser verdes.  Así, dio un toque más profesional al uso de la Gran Torre, estipuló un horario concreto para los saltos, que se realizarían de 9 de la mañana a 9 de la noche, colocando un temporizador en una bombilla al pie de la escalera que al estar encendida indicaba el horario de apertura, el resto del tiempo se reservó para las tareas de limpieza del efecto producido en el suelo por los cuerpos estampados al caer. A la Gran Torre le puso el nombre de Suicídromo y se volvieron a habilitar las casas de espera, a unos precios ciertamente abusivos, para que los desesperados no estuvieran deambulando por Grooland antes de dar el gran salto y fuera del horario de apertura. También se colocaron carteles por toda la comarca para que todo desesperado conociera la ubicación correcta del Suicídromo y no anduviera molestando a los vecinos preguntando y dando pistas sobre sus nada agradables próximas intenciones.

   Hoy en día Douro mantiene en Grooland un próspero negocio, por el que se acercan para dar el gran salto tipos que quieren que su salto parezca un accidente, corruptos para finalizar su afición corruptiva, telespectadores desesperados porque en dos telediarios seguidos no se ha hablado de Venezuela, algún despistado que otro y sobre todo, gente a la que nunca le volvió a funcionar la pantalla del móvil.

Fin

sábado, 5 de agosto de 2017

Grooland (2/3)

Fotografía tomada por nuestro corresponsal
en Grooland
   Los habitantes de Grooland asumieron enseguida cuál sería su destino y el fin de su desesperación, sus miradas se dirigieron hacia la Gran Torre, esa torre que siempre había estado ahí y hasta ese día nunca tuvieron muy claro para qué. Uno a uno, pacientemente y en ordenada fila, subían los más de quinientos peldaños que llevaban a lo alto de sus 135 metros y una vez arriba, tras unos instantes para observar la devastada tierra a sus pies, saltar al vacío. En esa fila se encontraba Douro, cuando llegado su turno y dispuesto a subir, una lumbalgia le impidió hacerlo, trató en vano de subir los primeros peldaños, pensando que la fuerza de su insufrible tristeza sería superior a su dolor de espalda,  pero fue inútil, después de varios intentos, cedió su turno y se dedicó a observar como sus conciudadanos caían uno a uno, estampando sus sesos sobre una pradera que en su día fue inmensamente verde y ahora era inmensamente gris teñida de rojo.

   Douro, no quería decepcionar a su gente, esperaba al pie de la torre a que su dolor menguara para subir a ella y acabar como ellos. En la espera, a lo lejos, sobre los campos quemados y muertos, vio largas columnas de gente dirigiéndose hacia la torre. Eran los habitantes de los pueblos vecinos, el rumor del alivio que proporcionaba la Gran Torre a su desesperación había llegado a sus oídos y querían acabar con su sufrimiento con un gran salto. 
  
   Cuando llegaron al pie de la torre se encontraron a Douro sentado junto al primer escalón, le miraron y pensaron que era el dueño de la torre. Sin mostrar ningún tipo de duda y sin pregunta alguna, el primero en empezar a subir, depositó una moneda junto a Douro, este se quedó tan perplejo que fue incapaz de articular palabra, y así uno a uno, los habitantes de los pueblos de alrededor, fueron depositando una moneda junto a Douro, subiendo los quinientos y pico escalones de la Gran Torre y saltando al vacío.

   Llegado un punto, el fin último de tirarse desde lo alto de la torre dejó de tener el efecto deseado, ya que la acumulación de cuerpos llegó a alcanzar la misma altura de la torre con lo que la caída era nula, y los otros costados, excluyendo el lado en el que se encontraba la escalera, estaban ocupados por montañas de monedas, las que fueron depositando a los pies de Douro los desesperado que hacía uso de la torre. Los desesperados a pesar de su desesperación y haciendo gala de una gran educación, pidieron a Douro que despejara la torre de cuerpos y monedas para que volviera a tener el fin para el que supuestamente había sido creada y por el que ellos se encontraban allí.

   Douro, con su lumbalgia aún activa, hizo caso a la petición de los desesperados. Primero reclutó a algunos de los desesperados que sentían alguna duda sobre su propia desesperación y con las monedas recolectadas, a unos los envío a tierras lejanas en busca de comida y bebida, a otros les puso la tarea de rehabilitar casas y campos para adornar la espera de los desesperados y al resto, a recoger y enterrar los cuerpos de los desesperados que habían puesto fin a su desesperación.

Continuará...

miércoles, 2 de agosto de 2017

Grooland (1/3)


Nota Preliminar: En este relato puede haber escenas que hieran su sensibilidad. Todo lo que aquí se cuenta es pura ficción, por lo que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

  Douro, ¿Qué ha estado haciendo estos últimos años en Grooland? Fumar, beber y ver cómo la gente cae. ¿Se arrepiente de algo? Sí, de no haber sido capaz de adelantarme a los acontecimientos. ¿Algo más que reseñar? Claro, si no hubiera sido por una oportuna lumbalgia ahora no estaría aquí hablando con usted.

  Douro responde a estas preguntas con una cerveza en la mano y un cigarro en la boca. Sentado en una de las terrazas de su gran mansión, de estilo entre churrigueresco y surrealista, lo que hace indefinible su descripción y aspecto. La terraza tiene vistas a una gran torre de base cuadrada de 4x4m. y una altura de 135m. La torre no tiene nada que ver con el paisaje, pintada de azul añil y blanco, con una interminable escalera en uno de sus costados que nos lleva hasta su cima. La torre desluce todo lo que hay a su alrededor, desluce encinas, robles, prados inmensamente verdes, desluce todo lo que se ve y se intuye, desluce tanto, que es imprescindible su presencia para admirar lo que es y lo que debería de ser.

  Grooland era un lugar rico, rico en ganado y en tierras de cultivo, principal proveedor en materias primas de los pueblos colindantes, más grandes y dedicados exclusivamente a la industria y confiados plenamente en el soporte alimenticio que Grooland les brindaba. A pesar de los avisos que el clima daba, los pueblos vecinos seguían vertiendo cantidades ingentes de partículas contaminantes al aire que el viento se encargaba de distribuir por las tierras de Grooland. Tanta partícula y tanto humo no podían traer nada bueno a Grooland y sus habitantes. Un invierno especialmente frío congeló cosechas, mermo pastos y debilitó a buena parte del ganado. Un verano especialmente cálido y seco acabó con cualquier atisbo de recuperación para lo cultivado y fulminó al poco ganado que quedaba. La tierra y el cielo se fundieron en un gris ceniza. Ramas sin hojas en árboles quemados, huesos esparcidos en cauces secos, habitantes desesperados buscando un por qué ante tanto desastre y ruina.

  Los pueblos vecinos dejaron de recibir alimentos, las fábricas cerraban ante la evidente debilidad de los trabajadores, la producción industrial disminuía hasta llegar al cero absoluto, los habitantes en su delgadez extrema, casi transparente, se preguntaban en su desesperación también el por qué de tanta catástrofe y sufrimiento. 

  Pero el momento cumbre de su desesperación, tanto para los habitantes de Grooland como los de los pueblos vecinos, llegó con el apagón total de las fuentes de energía y las comunicaciones, lo que provocó que los diferentes tipos de pantallas que miraban constantemente dejaran de funcionar, entonces ya no hubo más preguntas, solo les quedó el vacio, la nada, la insufrible e insoportable condición de no poder enviar una imagen a sus seres más queridos, y a todos sus contactos, de la paella que nunca más se volverían a comer.

Continuará...

jueves, 8 de junio de 2017

Cuento de primavera (4/4)

   Día 11. 06:00, nos despiertan, afortunadamente no se ve ningún autobús, ni avión por los alrededores. Aparecen unas camionetas destartaladas llenas de minúsculos azadones, nos subimos a ellas y nos llevan a una especie de invernadero donde el calor y la humedad son tan intensos que se puede escribir en ellos. Nos pasamos el día haciendo agujeritos en la tierra y echando semillas dentro. A las 19:00 acabamos la jornada, las camionetas destartaladas vienen a recogernos para llevarnos de vuelta al barracón. Más té y arroz. A las 21:00 aparece el Jefe de Operaciones y Acuerdos Especiales y Ocasionales de SEPE, nos da la enhorabuena por el buen rendimiento obtenido durante el curso y se despide con el deseo de que sepamos aprovechar en nuestro futuro profesional, la inmejorable oportunidad que nos han brindado, nos informa que a las 06:00 nos vendrán a recoger para emprender el viaje de regreso a España, haciendo las mismas escalas que en la ida. Nos hacen entrega, detalle del jefe de la plantación, de un almocafre, herramienta que nos será de utilidad cuando pongamos en práctica lo aprendido durante el curso. El utensilio nos es requisado nada más llegar al aeropuerto.

   Omitiré en mi relato los días 12, 13 y 14, porque fueron más postes, cables, antenas, barriles, antenas, cables y postes, y lo continúo en el día 15, que fue cuando llegamos nuevamente al medio del desierto y me reencontré con Bethari.

   Día 15. Mientras Bethari y yo ponemos vías y traviesas, encontramos unos momentos para recuperar el sexo perdido y charlar sobre nuestro futuro. Bethari está decidida a volver a España conmigo y así se lo hace saber a su coordinador, que, por los mismos motivos que el mío tuvo en su día, se niega en rotundo. Nuestro amor parece obstaculizado sin remedio, pero mi coordinador al percatarse de que nuestra relación es pura y profunda, y que España está necesitada de gente con encanto para la atención a los turistas, nos ofrece una salida para que Bethari se vuelva conmigo a España, esa salida no es otra que el matrimonio. Sin perder el más mínimo minuto buscamos al revisor de uno de los trenes que están haciendo prácticas por allí para que nos case inmediatamente. El revisor acepta, está encantado, es su primera boda, además, siendo este español, y en ausencia de cualquier capitán de barco cercano por la zona, el matrimonio tiene toda la validez legal posible. Allí celebramos nuestro matrimonio, entre arena, vías, traviesas, personal ferroviario y personal de los intercambios empresariales entre España e Indonesia. Bethari y yo, felices, regresamos juntos a España.

   Y así termina este cuento, el día 16 lo pasamos haciendo el amor entre maletas, y el 17 entre pucheros y ahora, 8 de junio, estamos sentados en la terraza de nuestra casa tomando una cerveza bien fresquita y mirando las 27 macetas en las que he plantado la experiencia de mi primer cursillo del cultivo y cuidado de las orquídeas. Bethari está totalmente integrada en la cultura española, trabaja en el bar de la esquina de 9 de la mañana a 4 de la tarde y de 6 de la tarde a 12 de la noche, cobra 705 euros al mes, más propinas, ya se siente una más de nosotros. Yo, viendo que el florecimiento de la orquídeas se demoraba ligeramente, no he podido pagar el préstamo todavía, pero el banco amablemente se ha ofrecido a perdonarme los 1.800 euros y quedarse con mi casa, aunque a mí no me convence mucho.


Fin
Nota: Como su propio nombre indica esto es un cuento, cualquier parecido con la realidad en personajes y situaciones es pura coincidencia.

lunes, 5 de junio de 2017

Cuento de primavera (3/4)

   Día 7. 08:30, estamos dentro de un avión de una compañía India, mi instinto me dice que no vamos directos a Yakarta, efectivamente es así, a las cuatro horas de vuelo aterrizamos en un país espiritual pero que no quiere dejar de lado las nuevas tecnologías. 13:00, al pie del avión nos recibe el Chief Technical Officer de una prestigiosa empresa de telecomunicaciones española, tras un breve speech nos proporciona postes, cables y antenas, nos pasamos la tarde levantado postes, tendiendo cables y colocando antenas. Terminada la jornada, 20:00, nos llevan de regreso al aeropuerto, pero no al mismo aeropuerto, sino a uno mucho más pequeño. Nos ofrecen té, otra vez, y un plato de arroz con un huevo duro. Como deferencia de la prestigiosa compañía española de telecomunicaciones nos llevan a una cabina telefónica y nos permiten hacer una llamada de dos minutos de manera totalmente gratuita al destinatario que queramos, yo no llamo a nadie. Esperamos en la terminal a que amanezca. Pienso en Bethari, me gustaría estar con ella ahora,  según mis cálculos estará en el aeropuerto de Londres cargando maletas de un lugar a otro.

   Día 8 de mayo. 06:00, aparece el sol y dos inmensos helicópteros en la pista de aterrizaje, nos subimos a ellos. No creo que estos aparatos tengan capacidad de vuelo suficiente para llegar directos hasta Indonesia. Efectivamente, los helicópteros aterrizan en una plataforma petrolífera, aislada en la inmensidad del Océano Índico, perteneciente a una prestigiosa empresa española de hidrocarburos. Allí pasamos el tiempo acarreando barriles de petróleo de la bomba principal al almacén también principal. Por la noche dejamos de trabajar. Sándwich de atún, vaso de vino blanco y a dormir.

   Día 9. 06:00, El jefe de la plataforma se despide de nosotros haciéndonos entrega de un bono de autolavado de coche gratuito, a canjear en cualquiera de las más de tres mil estaciones de servicio que tienen distribuidas por toda España. Los mismos helicópteros que nos trajeron vienen a buscarnos y llevarnos al pequeño aeropuerto, donde nos espera nuevamente  el Chief Technical Officer con más postes, más cables y más antenas, para no desperdiciar la espera hasta que salga nuestro nuevo avión hacia nuestro nuevo destino.            

   Día 10. 07:30, por fin dentro de un avión de una compañía indonesia, esta vez sí vamos directos al aeropuerto de Yakarta donde aterrizamos a las 17:00, nos recoge un autobús que nos lleva a un pequeño pueblo a unas dos horas de la ciudad. En el pequeño pueblo nos recoge una flota de unos 10 Land Rover y nos llevan a una gran finca en las afueras, por el camino vemos inmensos campos de orquídeas. En un almacén, en 10 minutos, el jefe de la plantación nos muestra un Orquídea Vanda, también nos muestra su semilla, nos enseña cómo plantarla y los cuidados  necesarios para su perfecta conservación y floración. Se hace de noche, nos llevan a un barracón, nos sirven nuevamente té y nuevamente arroz, esta vez sin huevo duro, nos dan mantas, nos tumbamos en el suelo y pensamos en lo bien que lo estamos pasando.

Continuará...

viernes, 2 de junio de 2017

Cuento de primavera (2/4)

   Día 5. 08:30, el avión despega, todos deseamos que se dirija directamente a nuestro destino, Yakarta, unas 14 horas de vuelo, pero a las 7 horas más o menos de haber despegado, el avión vuelve a tomar tierra. Estamos en medio del desierto, el calor es insoportable mientras esperamos el autobús de turno, que no sabemos dónde coño nos llevará esta vez. 16:00, llega el mencionado autobús, y si estábamos ya en medio del desierto, ahora nos dirigimos más aún al medio-medio del desierto. Son las 17:30, llega el autobús a su destino, el sol va cayendo pero es imposible estar en el exterior, nos meten en una gran carpa con aire acondicionado y unas cien personas en su interior, allí están también los 50 indonesios que hacen el viaje contrario al nuestro, nos presentamos, saludamos y charlamos amistosamente de la manera más clara posible, es decir mediante gestos grotescos, nos dan un té y unas pastas. Hay una indonesia preciosa, se llama Bethari, nos decimos cuatro tonterías en mal inglés y nos quedamos fijamente mirándonos a los ojos, realmente es una maravilla de mujer. 19:00, llega un directivo de una prestigiosa compañía española de ferrocarriles, nos da la bienvenida y nos cuenta el planning de trabajo para esa noche. En media hora estamos todos en camionetas pertrechados con picos y palas camino al medio-medio del desierto. Nos pasamos toda la noche y parte de la madrugada poniendo vías y traviesas, pero gracias al increíble y espectacular manto protector que la noche ofrece en el desierto, Bethari y yo tenemos la oportunidad de una ausencia en nuestros quehaceres para poder expresar nuestros sentimientos sexuales. La sensibilidad y pasión que tiene en la manera de hacer el amor es estremecedora, el cuerpo se vuelve cristal y estalla en pedazos, se vuelve a juntar y acaba hecho añicos, así, hasta que la noche dice basta y da paso al primer asomo del sol, momento en que Bethari y yo recogemos nuestras palas y volvemos con el grupo.


  Día 6. A las 07:00 ya estamos de vuelta todos en la carpa sin dormir y sin descansar esperando de nuevo nuestros autobuses respectivos. Té, pastas y un poco de couscous para desayunar. Debido al esfuerzo de la noche anterior, mi espalda empieza a resentirse de manera preocupante, aun así, como un verdadero moña cincuentón enamorado, no puedo dejar de mirar a los 25 años de Bethari con una sonrisa ridícula, satisfecha y acartonada. Cuando ya estamos todos los grupos divididos para nuestra marcha al siguiente destino, decido, que después de la experiencia de los anteriores días de viaje, mi aprendizaje en el cultivo y cuidado de las orquídeas ha llegado a su fin y quiero volver con el grupo de Bethari que se dirige a Madrid para el aprendizaje del trato a los turistas. Mi coordinador se niega en rotundo a mis deseos, haciendo referencia al contrato que tenemos firmado, contrato y firma que no aparecen por ningún lado en mis registros de memoria. Resultado, tengo que seguir viaje, me despido efusivamente de Bethari y después lloro como un chiquillo camino de mi autobús. En el autobús nos hacen entrega de unos mini-auriculares, obsequio de la prestigiosa compañía de ferrocarriles.

Continuará...