jueves, 8 de junio de 2017

Cuento de primavera (4/4)

   Día 11. 06:00, nos despiertan, afortunadamente no se ve ningún autobús, ni avión por los alrededores. Aparecen unas camionetas destartaladas llenas de minúsculos azadones, nos subimos a ellas y nos llevan a una especie de invernadero donde el calor y la humedad son tan intensos que se puede escribir en ellos. Nos pasamos el día haciendo agujeritos en la tierra y echando semillas dentro. A las 19:00 acabamos la jornada, las camionetas destartaladas vienen a recogernos para llevarnos de vuelta al barracón. Más té y arroz. A las 21:00 aparece el Jefe de Operaciones y Acuerdos Especiales y Ocasionales de SEPE, nos da la enhorabuena por el buen rendimiento obtenido durante el curso y se despide con el deseo de que sepamos aprovechar en nuestro futuro profesional, la inmejorable oportunidad que nos han brindado, nos informa que a las 06:00 nos vendrán a recoger para emprender el viaje de regreso a España, haciendo las mismas escalas que en la ida. Nos hacen entrega, detalle del jefe de la plantación, de un almocafre, herramienta que nos será de utilidad cuando pongamos en práctica lo aprendido durante el curso. El utensilio nos es requisado nada más llegar al aeropuerto.

   Omitiré en mi relato los días 12, 13 y 14, porque fueron más postes, cables, antenas, barriles, antenas, cables y postes, y lo continúo en el día 15, que fue cuando llegamos nuevamente al medio del desierto y me reencontré con Bethari.

   Día 15. Mientras Bethari y yo ponemos vías y traviesas, encontramos unos momentos para recuperar el sexo perdido y charlar sobre nuestro futuro. Bethari está decidida a volver a España conmigo y así se lo hace saber a su coordinador, que, por los mismos motivos que el mío tuvo en su día, se niega en rotundo. Nuestro amor parece obstaculizado sin remedio, pero mi coordinador al percatarse de que nuestra relación es pura y profunda, y que España está necesitada de gente con encanto para la atención a los turistas, nos ofrece una salida para que Bethari se vuelva conmigo a España, esa salida no es otra que el matrimonio. Sin perder el más mínimo minuto buscamos al revisor de uno de los trenes que están haciendo prácticas por allí para que nos case inmediatamente. El revisor acepta, está encantado, es su primera boda, además, siendo este español, y en ausencia de cualquier capitán de barco cercano por la zona, el matrimonio tiene toda la validez legal posible. Allí celebramos nuestro matrimonio, entre arena, vías, traviesas, personal ferroviario y personal de los intercambios empresariales entre España e Indonesia. Bethari y yo, felices, regresamos juntos a España.

   Y así termina este cuento, el día 16 lo pasamos haciendo el amor entre maletas, y el 17 entre pucheros y ahora, 8 de junio, estamos sentados en la terraza de nuestra casa tomando una cerveza bien fresquita y mirando las 27 macetas en las que he plantado la experiencia de mi primer cursillo del cultivo y cuidado de las orquídeas. Bethari está totalmente integrada en la cultura española, trabaja en el bar de la esquina de 9 de la mañana a 4 de la tarde y de 6 de la tarde a 12 de la noche, cobra 705 euros al mes, más propinas, ya se siente una más de nosotros. Yo, viendo que el florecimiento de la orquídeas se demoraba ligeramente, no he podido pagar el préstamo todavía, pero el banco amablemente se ha ofrecido a perdonarme los 1.800 euros y quedarse con mi casa, aunque a mí no me convence mucho.


Fin
Nota: Como su propio nombre indica esto es un cuento, cualquier parecido con la realidad en personajes y situaciones es pura coincidencia.

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