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Fotografía tomada por nuestro corresponsal en Grooland |
Los habitantes de Grooland asumieron enseguida cuál sería su
destino y el fin de su desesperación, sus miradas se dirigieron hacia la Gran Torre,
esa torre que siempre había estado ahí y hasta ese día nunca tuvieron muy claro
para qué. Uno a uno, pacientemente y en ordenada fila, subían los más de quinientos
peldaños que llevaban a lo alto de sus 135 metros y una vez arriba, tras unos
instantes para observar la devastada tierra a sus pies, saltar al vacío. En esa
fila se encontraba Douro, cuando llegado su turno y dispuesto a subir, una
lumbalgia le impidió hacerlo, trató en vano de subir los primeros peldaños,
pensando que la fuerza de su insufrible tristeza sería superior a su dolor de
espalda, pero fue inútil, después de
varios intentos, cedió su turno y se dedicó a observar como sus conciudadanos
caían uno a uno, estampando sus sesos sobre una pradera que en su día fue
inmensamente verde y ahora era inmensamente gris teñida de rojo.
Douro, no quería decepcionar a su gente, esperaba al pie de
la torre a que su dolor menguara para subir a ella y acabar como ellos. En la
espera, a lo lejos, sobre los campos quemados y muertos, vio largas columnas de
gente dirigiéndose hacia la torre. Eran los habitantes de los pueblos vecinos,
el rumor del alivio que proporcionaba la Gran Torre a su desesperación había
llegado a sus oídos y querían acabar con su sufrimiento con un gran salto.
Cuando llegaron al pie de la torre se encontraron a Douro sentado junto al
primer escalón, le miraron y pensaron que era el dueño de la torre. Sin mostrar
ningún tipo de duda y sin pregunta alguna, el primero en empezar a subir,
depositó una moneda junto a Douro, este se quedó tan perplejo que fue incapaz
de articular palabra, y así uno a uno, los habitantes de los pueblos de
alrededor, fueron depositando una moneda junto a Douro, subiendo los quinientos
y pico escalones de la Gran Torre y saltando al vacío.
Llegado un punto, el fin último de tirarse desde lo alto de
la torre dejó de tener el efecto deseado, ya que la acumulación de cuerpos
llegó a alcanzar la misma altura de la torre con lo que la caída era nula, y
los otros costados, excluyendo el lado en el que se encontraba la escalera,
estaban ocupados por montañas de monedas, las que fueron depositando a los pies
de Douro los desesperado que hacía uso de la torre. Los desesperados a pesar de
su desesperación y haciendo gala de una gran educación, pidieron a Douro que
despejara la torre de cuerpos y monedas para que volviera a tener el fin para
el que supuestamente había sido creada y por el que ellos se encontraban allí.
Douro,
con su lumbalgia aún activa, hizo caso a la petición de los desesperados.
Primero reclutó a algunos de los desesperados que sentían alguna duda sobre su
propia desesperación y con las monedas recolectadas, a unos los envío a tierras
lejanas en busca de comida y bebida, a otros les puso la tarea de rehabilitar
casas y campos para adornar la espera de los desesperados y al resto, a recoger
y enterrar los cuerpos de los desesperados que habían puesto fin a su
desesperación.
Continuará...
Continuará...
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