sábado, 7 de marzo de 2015

Mi mala sombra (3/6)

  A unos 20 km. de Burdeos paramos en un restaurante a comer algo, antes de que nos sirvieran y mientras yo tomaba una copa de vino, Moira dijo que iba un momento al coche, cogió las llaves y se fue,  mi sombra quiso acompañarla pero no se pudo separar de mí. Habíamos pedido ostras gratinadas y turnedó, ambos platos para compartir, ya habían traído las ostras, yo llevaba dos copas de vino y Moira no había vuelto todavía. Pensé que habría pasado por los aseos o que se había detenido un momento para hablar por teléfono, pero tres cuartos de hora después ya empecé a preocuparme. Salí a la puerta del restaurante a ver si la veía, más que nada para decirla que la comida se estaba enfriando.
 Después de un vistazo rápido por el parking y una visita a los aseos y a la cabina telefónica, volví a mi mesa sin noticias de Moira y con mi sombra murmurando. Cuando me senté, me percaté de un hecho del que no me había dado cuenta, no recordaba haber visto nuestro coche en el parking, rápidamente volví a salir y efectivamente comprobé que el coche no estaba, en ese instante mis pulsaciones subieron de ritmo, volví de nuevo a mi mesa y me acabé la botella de vino intentando calmarme, pensando que seguramente habría una explicación para todo aquello. Pensé en llamarla al móvil, pero recordé, que lamentablemente en esa época no había teléfonos móviles, entonces imaginé que habría tenido una idea genial y espontánea de la suyas y que se había acercado a algún comercio próximo de la zona a comprar algo especial para sorprenderme, por lo que decidí esperar un rato más y evitar en lo posible caer en la desesperación que comenzaba a invadirme, pensando que su desaparición era debida a algún suceso trágico. Me comí las ostras y el turnedó, y me bebí otra botella de vino y una de whisky que pedí de postre.


 Tres horas después, ya tenía claro que la única sorpresa que iba a llevarme era la factura con que me obsequiarían los dueños del restaurante. Al pagar la cuenta, me percaté de que lo único que tenía encima era la ropa que llevaba puesta, mi cartera y mi sombra, que hacía ya tiempo que iba por libre buscando desesperadamente a Moira. Con mis nervios y mi confusión cabalgando por todo mi cuerpo, empecé a preguntar por ella a  todos los empleados y clientes del local, todos dijeron lo mismo, que no sabían de qué, ni de quién estaba hablando, los empleados porque estaban a lo suyo y los clientes porque ya no eran los mismos que cuando entramos, mi sombra, no sin cierta razón, me reprochó mi falta de reflejos en ese aspecto. Después, salí a la calle y estuve vomitando durante un buen rato.

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