lunes, 21 de septiembre de 2015

Caperucita nunca será devorada (I)

Nota: Este es el relato de la mayor concentración humana jamás conocida de la Historia. Una concentración que cambió para siempre el destino del mundo tal y como lo conocemos hoy en día, está contado en pasado pero es el futuro más cercano, y una aclaración más, todo este relato es pura fantasía, cualquier parecido con la realidad de personajes y situaciones, será mera casualidad.


   Todo comenzó una mañana de abril, concretamente el día 12, es curioso que recuerde el día pero no el año. Ese día, Liz Cuin, una poderosa mujer, dueña de un gran Imperio, bajó a desayunar, en la mesa estaba sentado su hijo Píncipe, intentando untar mantequilla en una galleta de chocolate rellena de menta, y su nieto, que andaba jugando con una maquinita matando árabes.

Cuin los observó y exclamó: -¡Madre mía! ¡Que desastre! ¡Lo que os espera!-.
Píncipe la miró y le preguntó, -¿Qué dices madre?-.
-Nada hijo, que el té se está quedando frío-.

Liz Cuin se dio cuenta de que estaba harta, que ya no podía más, ella no había luchado y sufrido tanto para dejar el mundo en manos de gente así. A sus 160 años llegó por fin a la conclusión de que tenía que  tomar una decisión, una decisión drástica que cambiaría el destino de la humanidad para siempre.

Liz subió a sus aposentos, se recostó en su sillón de meditar y se puso a pensar en cómo estaba el mundo por aquellos tiempos, corrupción, guerra, desplazados, hambre y un sinfín de males que se estaban convirtiendo en endémicos, y ella no había hecho nunca nada para evitar todos esos males, pero eso se iba a acabar. Cogió el teléfono y llamó a su amiga Geli Kerkel, otra poderosa dama, pero no tanto como Liz Cuin.

Le contó sus sensaciones, sentimientos y dudas sobre el presente y el futuro, le contó que había llegado el momento de dar un giro radical a la situación y que se tenía que hacer ya. Kerkel estuvo totalmente de acuerdo, aunque apuntó, que ellas dos solas no podrían manejar la situación, aun así, quedaron para reunirse en secreto y ver que viabilidad tendría el proyecto que planteaba Cuin.

    

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