Sr. Presidente,
El otro día tuve el gusto de cruzarme con usted y no quiero dejar de aprovechar la
oportunidad de agradecer su compromiso y rigurosidad durante estos
interminables cuatro últimos años. Usted nos ha dirigido con mano firme y paso
seguro, siempre con gesto austero y formal,
gesto natural, que denota
seriedad y saber. Sus brazos siempre extendidos, señal de cálida acogida a los
desprotegidos, un ojo abierto y otro entreabierto en claro guiño a que la mentira y
especulación nunca han estado presentes en usted. Esos pelos al viento y amplia frente, aire desenfadado y moderno, pero sin perder en ningún momento la sensatez y responsabilidad que su cargo conlleva, y esa boca, esa boca abierta
de sorpresa ante la incomprensión que genera su dura lucha por guiarnos,
protegernos y evangelizarnos.
Me causa admiración su expresión, la expresión de los
hombres que saben lo que quieren, que no dudan, hasta en las máximas dudas, de
su condición. Se nota que usted ha bebido, ha bebido de fuentes que los simples
mortales somos incapaces de imaginar, esa fuente que le embute de dialogo, de
aire fresco y activo, de hombre enérgico, de decisión rápida y hábil,
inamovible en las adversidades, siempre con el mismo gesto capaz, capaz incluso
hasta de ser incapaz, capaz de no decir nada y parecer, que efectivamente, no
ha dicho nada, capaz de no entenderse ni a sí mismo, para no hacernos sentir
nuestro pobre nivel de comprensión.
Usted sabe mejor que nadie que su tiempo se acaba y aunque
me temo que lamentablemente pronto será olvidado, alégrese, porque siempre será
el refugio de algún can, que pasará a su lado y, con un leve gesto, le
recordará y agradecerá todo lo que ha hecho por nosotros.
Nota: Cada
foto tiene un motivo, el motivo de esta es un parecido, por ello pido mi más
sentidas disculpas a los árboles en general y al de la foto en particular, por
tan agravio comparativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario