domingo, 6 de noviembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXXX)

   En un par de días todos los medios de transporte, sin excepción, estaban ya completamente a rebosar de ávidos hombres deseosos de ver, lo que durante unos cuantos meses se le había privado de ver.

   Les habían quitado sus juguetes preferidos y los habían trasladado a miles de kilómetros de distancia para que acudieran a buscarlos. Ante su pérdida, en vez de tener la imaginación y fuerza, para crear e inventarse juguetes nuevos, solo supieron protestar, cabrearse y llorar sus miserias. Cuando ellas les dijeron donde podían encontrarlos, ellos no lo pensaron dos veces y como posesos se dirigieron a por ellos, sin sospechar siquiera, que serían devorados por los mismos.  
 
   Se habían acabado sus penurias, por fin tenían ya un motivo para sentirse felices y contentos, sin saber que esa felicidad les llevaría a todos a la ruina, a su fin como especie, a un lento exterminio del que no podrían escapar y lo hacían sin ningún tipo de presión, ni obligación, lo hacían porque querían, les apetecía y les gustaba. ¡Increíble!

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