Cuin, Kerkel y Huy Shi
se disponían a tomar un descanso, ya habían contactado con todas las asistentes
a la reunión, y todas sin excepción habían confirmado su presencia, pero sentían
que les faltaba alguien más.
-Claro-. Exclamó
Kerkel, que siempre estaba muy pendiente de esos temas, -nos falta llamar a
Tistine La del Garde, que es la que tiene las llaves de donde guardamos el
dinero-. –Es cierto-, dijeron al unísono Cuin y Huy Shi.- cómo se nos ha podido
pasar-. Y rápidamente la llamaron.
Tistine La del Garde,
poderosa dama ella que por si misma no poseía nada, salvo una importantísima
llave que abría la más importante de todas las cajas. Ella era la cajera
mundial, si alguien necesitaba dinero se lo tenía que pedir a ella. Si no
quería abrir la caja, no había dinero para nadie ni para nada, así de
importante era ella. Quizá la más importante
Cuando le comunicaron
los planes que tenían pensados, cogió la caja entre sus brazos, se guardó la
llave en el lugar más íntimo de su cuerpo y ya no volvió a abrir la caja hasta
pasado el día de 16, con los trastornos que eso generó al mundo entero.
Pero para que el plan de las tres tuviera pleno éxito
necesitaban una cosa más, algo que ellas tres no estaban muy acostumbradas a utilizar,
pero sí a servirse de él. Algo que hace parecer bueno lo malo, negro lo blanco,
lo absurdo importantísimo, lo banal de extrema necesidad. Algo que hace moverse
a miles de millones de personas, algo que hace permanecer inmóviles a miles de
millones de personas. Algo que puede crear un único pensamiento. Sí, eso era justo
lo único que ya les faltaba conseguir para llevar a cabo con éxito y hasta sus últimas
consecuencias, su malévolo y necesario proyecto.
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