Lo primero que hicieron
fue repartirse el mundo, de momento en sentido figurado, porque lo que
realmente se tenían que repartir, era a quién iba a llamar cada una para
asistir a la próxima y definitiva reunión. Reunión que decidieron tendría lugar
el 16 de junio, de no sé qué año exactamente.
Extendieron un mapa
mundial y por razones obvias lo dividieron en tres partes, tomando como eje
central un tal meridiano de Grenguich, o algo parecido. Por motivos de poder e
influencia Cuin se ocuparía del tercio izquierdo, ahí estaban gran parte de los
países que ella controlaba, Kerkel se ocuparía del tercio central y Shi del derecho,
así todas tenían asignado sus principales áreas de influencia y si alguna
necesitaba ayuda, evidentemente las otras dos se la prestarían, especialmente
Shi, que con sólo pronunciar su nombre todas las puertas se abrían y teléfonos
descolgaban, menos los de Cuin y Kerkel, pero de eso ya hemos explicado el motivo.
Iban a convocar, para
ese día 16, a las mujeres más influyentes de los 195 países conocidos hasta la
fecha, una por país.
La lista la encabezaba
Pilari Linton que si bien no era la dueña, pero estaba a punto de serlo, era la mujer más importante de un
gran país, país que en otros tiempos pretendió dominar el mundo, aunque sus
métodos eran altamente cuestionados, además muchas veces se perdían en unos planteamientos
un tanto absurdos que generalmente les hacía perder la razón que pudieran
tener. Un tanto rimbombantes y grandilocuentes eran los hombres de ese país,
que eso sí, tenían la virtud de que todo lo que hacían lo convertían en un
grandioso espectáculo.
También llamaron a Pistina Pichner, Cheli Chelet y
Vilma Tuchef, estás tres sí que eran dueñas de sus respectivos países, en estos
momentos en horas bajas, próximas geográficamente y también próximas a
perderlos, lo que las hizo grandes amigas y no era raro verlas juntas tomando
un café y hablando de sus cosas. También eran países importantes, no tanto como
los mencionados anteriormente, pero si de una incipiente influencia y
emergencia. Además las tres eran grandes luchadoras, ellas sí que habían
sufrido los ligeros deslices, por llamarlos de una forma suave y elegante,
cometidos por los hombres.
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