viernes, 20 de noviembre de 2015

Caperucita nunca será devorada (XVII)

  Lo primero que hicieron fue repartirse el mundo, de momento en sentido figurado, porque lo que realmente se tenían que repartir, era a quién iba a llamar cada una para asistir a la próxima y definitiva reunión. Reunión que decidieron tendría lugar el 16 de junio, de no sé qué año exactamente.

  Extendieron un mapa mundial y por razones obvias lo dividieron en tres partes, tomando como eje central un tal meridiano de Grenguich, o algo parecido. Por motivos de poder e influencia Cuin se ocuparía del tercio izquierdo, ahí estaban gran parte de los países que ella controlaba, Kerkel se ocuparía del tercio central y Shi del derecho, así todas tenían asignado sus principales áreas de influencia y si alguna necesitaba ayuda, evidentemente las otras dos se la prestarían, especialmente Shi, que con sólo pronunciar su nombre todas las puertas se abrían y teléfonos descolgaban, menos los de Cuin y Kerkel, pero de eso ya hemos explicado el motivo.

  Iban a convocar, para ese día 16, a las mujeres más influyentes de los 195 países conocidos hasta la fecha, una por país.

  La lista la encabezaba Pilari Linton que si bien no era la dueña, pero estaba a punto de serlo, era la mujer más importante de un gran país, país que en otros tiempos pretendió dominar el mundo, aunque sus métodos eran altamente cuestionados, además muchas veces se perdían en unos planteamientos un tanto absurdos que generalmente les hacía perder la razón que pudieran tener. Un tanto rimbombantes y grandilocuentes eran los hombres de ese país, que eso sí, tenían la virtud de que todo lo que hacían lo convertían en un grandioso espectáculo.

  También llamaron a Pistina Pichner, Cheli Chelet y Vilma Tuchef, estás tres sí que eran dueñas de sus respectivos países, en estos momentos en horas bajas, próximas geográficamente y también próximas a perderlos, lo que las hizo grandes amigas y no era raro verlas juntas tomando un café y hablando de sus cosas. También eran países importantes, no tanto como los mencionados anteriormente, pero si de una incipiente influencia y emergencia. Además las tres eran grandes luchadoras, ellas sí que habían sufrido los ligeros deslices, por llamarlos de una forma suave y elegante, cometidos por los hombres.

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