El lugar escogido para
llevar a los elegidos fue Calma Yorka, que además pertenecía a Pestaña y no quedaba
muy lejos de esta.
Decidieron que como
Calma Yorka estaba rodeada de otras islas más pequeñas, estas las dejarían
libres de gente, para así, cuando alguna o algunas quisieran reunirse con
alguno o algunos de ellos, pudieran utilizarlas. Una vez usado el elegido o
elegidos se les llevaría de vuelta otra vez a Calma Yorka.
El traslado de los
elegidos a aquel lugar era relativamente sencillo. Además como ya tenían allí los
contactos del gerente del hotel en el que veraneaba Kerkel, el expropietario de
la casa rural y a Tal Eldefiel, les podrían echar una mano con la reubicación.
Antes de empezar con la
recolocación masiva de la mayor parte de los hombres en Pestaña, harían primero
el traslado de los supuestamente afortunados a Calma Yorka, principalmente,
porque estos eran bastante menos y también pensaban que sería bastante más
fácil de hacer, incluso les podría servir de ensayo de cara a todo lo que se les
venía encima.
Decidieron que cuando
cada una de ellas regresara a su país haría la mencionada selección a su buen
criterio, y siendo Calma Yorka un destino principalmente vacacional, a los
escogidos se les enviaría allí de vacaciones pagadas a perpetuidad y sin
retorno posible.
Previamente Kerkel
compraría esta isla y todas las de su alrededor, que era uno de sus sueños
además, aunque tampoco imaginaba que para este fin, pero era su sueño y por fin
lo llevaría a cabo. El presunto gobierno de Pestaña no pondría ningún
inconveniente, es más cuando Kerkel les hizo la propuesta ni se lo pensaron dos
veces y se la regalaron directamente, pues querían llevarse bien con ella y no
contrariarla, sin pensar los pobres el destino que les esperaba.
Iban a “salvar”, por llamarlo de alguna forma, y
recluir en Calma Yorka a doscientos cincuenta millones de hombres, escogidos
entre todos los países del mundo de manera proporcional a los habitantes
masculinos de los mismos.
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