lunes, 4 de abril de 2016

Caperucita nunca será devorada (XLV)

  Realmente estaban bien cansadas, así que pensaron que lo mejor sería dejarlo ahí. Como ya tenían bastante claro lo que iban a hacer, decidieron crear un comité ejecutivo que dirigiría las operaciones desde la Casa Rural y que decidiría cual sería la mejor manera para reunir a los tres mil doscientos millones de hombres en Pestaña, el resto se volvería a sus respectivos países para prepararlo todo en los mismos, manteniéndose permanentemente comunicadas e informadas de cómo se iban desarrollando los acontecimientos.

  Como eran dueñas de todos los medios y sistemas de comunicación e información del mundo, podían elegir el medio que más les gustara para comunicarse. Para las llamadas normales, como eran unas sentimentales y un poco vintage, que se dice ahora, escogieron el teléfono fijo de toda la vida de marcación por pulsos, vamos, el de meter el dedo en la ruedecita con el número elegido y girar tantas veces como sea necesario hasta comunicar con tu interlocutor. Las llamadas especiales y urgentes las harían  vía satélite y las multitudinarias a través de videoconferencia. El resto de aparatos y tecnologías, incluidos los ifones y parecidos, los eliminarían hasta no haber completado su plan.

  El comité ejecutivo se formó con todas las que quisieron quedarse allí para  crear y poner en marcha, el mayor movimiento de gente jamás visto y que probablemente nunca jamás se verá.

  Las que decidieron quedarse fueron Cuin y Kerkel, por ser las impulsoras del proyecto, principalmente Cuin. Shi porque enseguida se adhirió a la causa, además siempre se mostró muy beligerante hacia ellos. Tistine y Opera, por lo dispuestas que estaban en poner sus respectivos poderes al servicio de la causa y porque era necesaria su presencia allí.

 Pilari estuvo dudando si quedarse o irse, el cuerpo realmente le pedía quedarse, pero estaba preocupada por lo que pudiera pasar en su país si lo abandonaba. Comentó que allí había surgido recientemente un grupo, que se hacían llamar Te Partis y se dedicaban a tocar las narices a todo el que pasara por allí, con unas ideas sacadas de no se sabe dónde, pero que seguramente ni en el periodo más rancio de la historia tenían. Pilari pensaba que estos individuos, entre los que se encontraba por desgracia alguna mujer que otra, siendo la más significativa una tal Dada Padin, pudieran interferir en el proyecto que estaban iniciando y por eso pensaba que quizá era mejor que volviera a su país y así poder controlarlos y manejarlos a su antojo.    

  Shi dijo a Pilari que no se preocupara, que ella personalmente se encargaría de eliminar a los del Te Partis y así ya no tendría ningún problema para quedarse con ellas. Eso sí, informó que también tendría que sacrificar a las mujeres pertenecientes a la agrupación esa del Te Partis.

  Cuando escuchó esto Colores Ladelpedal, dejó de jugar con su cadena de bolitas y se puso a silbar mirando al techo, todas se extrañaron, pero lo achacaron al trance que estaba pasando la pobre, por el hecho de tenerse que quedar en Pestaña junto a sus correligionarias y a los tres mil doscientos millones de hombres que serían allí desplazados.

  Shi, llevaba ya varios días queriendo cargarse a alguien y por fin tendría la ocasión de hacerlo sin que nadie se opusiera, al contrario. Ya que estaba, preguntó al resto si querían que se ocupara de alguien más en sus respectivos países que pensaran pudieran llegar a estropear sus planes. Todas reflexionaron por unos instantes pero no dijeron nada. Las que más sufrían la tiranía de los hombres y que por razones de seguridad no podemos decir nombre ni residencia, confiaban plenamente en el plan que se elaboraría para ellos y así se verían libres de sus cadenas, sin tener que recurrir a los métodos tan expeditivos de Shi, aunque en algunos momentos puntuales de su historia no los hubieran desestimado.

  Pilari se quedó más tranquila y decidió entonces permanecer también en la Casa Rural, para colaborar lo más posible en la realización del proyecto.

 Chelie Chelet, infatigable luchadora. También se quedaría, ella estaba preparada para todo, su país había sufrido, no hace mucho tiempo, los desmanes de un hombre con gorra, gafas oscuras y bigote, y su panda de amigotes, y no estaba dispuesta a volver a permitirlo. Ella se quedaría allí. Además tenía a sus dos buenas amigas de la zona Pistina y Vilma, por si fuera necesario echar una mano en su país.

  También decidió quedarse Lonia Dandi, que no quería dejar sola a Shi, ya que conocía bien sus métodos y no le apetecía mucho que se le fuera la mano, además en la Casa Rural disponía de más espacio que en su país y no le apetecía, hasta que comenzará el traslado, estar tan apretada.  

Al final se quedaron Cuin, Kerkel, Shi, Tistine, Opera, Pilari, Chelie y Lonia. Estas ocho mujeres serían las encargadas de poner en marcha la maquinaria para juntar a la gran mayoría de los hombres del mundo en un mismo lugar. Tenían que encontrar la manera de meter en Pestaña a tres mil doscientos millones de hombres y no dejarles salir de allí nunca más, y lo más gracioso, es que ellos ni se darían cuenta, ni se enterarían de que los estaban encerrando allí para siempre. Como son ellas de listas, a la vez que inteligentes, luchadoras y bellas.

  El resto, muchas de ellas muy a su pesar, se marcharía a trabajar desde sus propios países, para procurar que no hubiera ningún error que echara al traste el plan.

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