sábado, 9 de abril de 2016

Caperucita nunca será devorada (XLVI)

  Ahora estaban allí ellas, las 8 solas ante el mayor reto que se les había presentado en su vida y esto sí que era un reto, un gran reto, no como los que tienen los hombres, que simplemente llaman reto a lo que realmente es un problema.

  Un problema se resuelve y se soluciona, un reto se afronta y se supera, como ellos llaman retos a los problemas, pues ni los resuelven ni los solucionan y ni si quiera superan los retos, ellos sólo se dedican a afrontarlos una y otra vez, hasta que se mueren, entonces el problema ya no es suyo y pasa al siguiente.

  Como hacía buen tiempo y ya no eran tantas, decidieron sacar la mesa de reuniones al jardín, así en contacto con la naturaleza seguro que las ideas fluirían en total libertad. Se prepararon unos daiquiris y se dispusieron a afrontar todo lo que les quedaba por delante, que no era poco.

  De momento preguntaron a los espías de Shi qué tal estaba todo por ahí fuera. Estos comentaron que una vez finalizado el que fuera llamado el partido del siglo, las cosas se habían vuelto a deteriorar un poco. Ellos habían pasado del cabreo inicial y el entusiasmo por el partido del siglo, a una incipiente tristeza y deambulan por las calles cada vez más desorientados y aburridos, muchos de ellos ya no acudían ni a sus respectivos trabajos. Ellas seguían intentando mantener todo en pie, pero también cada día se las veía más cansadas y hartas de ellos.

  Opera preguntó si les ponía otro partido del siglo para levantarles un poco el ánimo y no se vinieran abajo tan pronto. Pensaron que otro partido del siglo tan seguido a lo mejor no les animaba mucho, aunque vaya usted a saber, les ponen cuatro seguidos y ellos tan contentos. Pero no, decidieron ponerles otra cosa. Opera que es la que más sabía del tema, les preparó la final del campeonato mundial de carreras de coches, la carrera del siglo, la llamaron. En dicha carrera se jugaban el título mundial dos corredores, un tal Alfonso y un tal Detel. Lo prepararon de tal manera para que la carrera fuera tan emocionante que no se supiese quién la ganaría hasta la última vuelta, en esa última vuelta parecía que iba a ganar el tal Alfonso, pero no, ganó el otro.

  Este evento les mantendría entretenidos hasta que tuvieran perfilado su plan, y aunque este preveía que ellos estuvieran tristes, desorientados y sin saber qué hacer, todavía no era el momento, tenían que afinar más y tener todo atado y bien atado, pues cualquier fallo podía echar abajo su propósito y las consecuencias serían fatales para ellas.

  A los espías les enviaron a ver qué tal iba la carrera de coches y también si se estaba desarrollando correctamente el desalojo de las mujeres de Calma Yorka e islas cercanas.

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