lunes, 18 de abril de 2016

Caperucita nunca será devorada (XLVIII)

  El desalojo de las mujeres de Calma Yorka e islas colindantes se realizó a la perfección y con gran rapidez, además debido a que los hombres de allí estaban totalmente absortos con la carrera del siglo, ni se enteraron hasta pasados unos días de que ellas habían desaparecido, pero bueno, como ellos tampoco pasarían mucho más tiempo allí, no era de preocupar. Ahora Cuin y sus siete compañeras tenían que pensar cómo hacer para dejar las islas desiertas de los hombres que allí habitaban, antes de que llegaran los supuestamente elegidos. Imaginaban que ya se habría hecho la correspondiente selección en los diferentes países, incluidos los suyos, en los que la selección la harían las mujeres que dejaron al cargo.

Este es el tipo de cadena con bolitas con la que se
entretiene Ladelpedal y no de otro tipo, que sepamos.
  Como no se fiaban mucho del criterio de selección de Ladelpedal, decidieron llamarla para ver qué tal iba todo, pero como vieron que seguía susurrando y jugando con su cadenita de bolitas, le dijeron que se olvidara del tema y que siguiera a lo suyo, que ya se encargaban ellas del asunto, pues no querían ni imaginarse a qué tipos de hombres elegiría, también le dijeron que ellas mismas se ocuparían de sacar a las Pestañolas de Pestaña.

  Se despidieron de Ladelpedal deseándola que disfrutara la estancia con sus correligionarias, a las que también se las oía susurrar a lo lejos, y con los tres mil doscientos millones de hombres que aparecerían por allí.

  Como los habitantes habituales de Calma Yorka e islas cercanas eran relativamente pocos, ya que principalmente era un destino vacacional, no tendrían muy difícil sacar a los hombres con residencia habitual en las islas, aunque las fechas que había escogido para tal operación no habían sido demasiado afortunadas, pero debido a la premura de tiempo no habían tenido otra opción.

  Realmente para ellas mover a sólo poco más de medio millón de hombres a Pestaña, era algo menor, comparado con el principal y más importante desplazamiento que tenía que preparar.

  Para que no fuera más gente a Calma Yorka, Kerkel llamó al Gerente del ahora otra vez llamado Hotel Hiz Sol y Playa, y le pidió que pusiera un cartel en la entrada de las islas que dijera “Aforo Completo”, con esto se aseguraban que de momento por allí no se acercara nadie más.

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