miércoles, 13 de abril de 2016

Caperucita nunca será devorada (XLVII)

  ¿Y en los países de las ocho que estaban allí, quién se encargaba de supervisar todo? Pues para ir por orden la cosa estaba más o menos así.

  Cuin se había hecho muy amiga de la compañera sentimental, ahora esposa, de uno de sus nietos, el que andaba con la maquinita matando árabes no, otro. Esta mujer, inteligente y bella se llamaba Mi del Ton y aunque no lo pareciera estaba en total sintonía con Cuin, ya sabía todos los planes que se estaban urdiendo y estaba de acuerdo con ellos, era el enlace de Cuin en su Imperio, además por ser nueva en la familia pasaba totalmente desapercibida, dando una imagen que en nada se correspondía con la realidad.

  Kerkel, debido a su reciente estado, y al haber dicho que prioritariamente trabajaría desde casa, la mantenían puntualmente informada y cualquier orden que ella daba por teléfono o cualquier otro medio, era inmediatamente cumplida.

  Shi, otro tanto de lo mismo, con la diferencia de que ella no tenía que dar ninguna explicación. Ella hacía lo que quería, además tenía a sus propios espías que la ponían al día de todo lo que sucedía, no sólo en su país, sino en el mundo entero.

  Tistine y Opera no eran responsables directas de ningún país. Ellas eran las que custodiaban las dos cajas de mayor poder en el mundo. ¿Quién se atrevería a decirlas algo?

  Pilari Linton, una vez que los del Te Partis habían dejado ya de molestar, confiaba plenamente en su hija para organizar todo allí, además como Opera era compatriota suya, y ella tenía muchas amigas allí que también colaborarían, como Padonna, Mironce y muchas otras más, pues estaban realmente tranquilas respecto a lo que sucediera en su país.

  Chelie contaba con la colaboración de sus amigas de zona, Pistina y Vilma, que echarían un ojo al país de Chelie por si hubiese algún problema.
Lonia Dandi tenía a su mejor amiga y colaboradora Datiba Pati para guardarle las espaldas, Datiba también era una mujer muy poderosa y trabajaría para que no fallara nada.

  Las ocho confiaban plenamente en las personas dejadas al cargo en sus países, estaban seguras de que tendrían todo bajo control.

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