Una vez iniciados los
congresos y convenciones en que participaban las grandes, medianas y pequeñas
empresas, sacarían un listado con todas las Pestañolas que habían acudido a
ellos, al resto que se había quedado en Pestaña, les mandarían por correo
certificado, un cuestionario que deberían rellenar para participar en un
sorteo. Como sabían de la debilidad de todo ser humano en participar en un
sorteo y sobre todo los de coste cero, confiaban en la respuesta masiva a su
solicitud.
El cuestionario en sí,
era bien sencillo, sólo tenían que rellenar una casilla en la que elegirían un
destino ideal para visitar fuera de Pestaña, sólo podían participar las mujeres.
Evidentemente el sorteo no era tal, pues todas las cartas que recibieran ya
estarían premiadas y a sus remitentes se les mandaría a sus destinos
preferidos. Las que no respondieran se quedarían en Pestaña, no podían hacer
más, porque no querían arriesgarse a mandar allí a más mujeres para intentar
rescatarlas de lo que se avecinaba. Lo que si hicieron fue esmerarse en el
modelo de carta certificada que mandarían, una carta que ninguna podría
rechazar rellenar y reenviar, con franqueo pagado por supuesto.
Ya tenían todos los planes menores puestos en marcha,
ahora sólo tenían que esperar un poco y ver como se iban desarrollando todos
estos acontecimientos, para empezar a poner en marcha su principal y decisivo
proyecto.
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