Prácticamente ya sólo
les quedaba comunicarse con sus colegas de proyecto por última vez, hasta
iniciada la última y decisiva fase del confinamiento de todos los hombres de la
humanidad, los “elegidos” en Calma Yorka y el resto en Pestaña.
A sus colegas les
pidieron que las mantuvieran plenamente informadas de la salida de hombres de sus respectivos países
hacia Pestaña, también les contaron el procedimiento que habían pensado para el
traslado de tan ingente masa humana, para que estuviera todo dispuesto y no
fallara nada.
Cada una en sus
respectivos países disponía de medios aéreos y marítimos, fundamentalmente
aviones y barcos, suficientes para realizar el traslado, ya que en esos días todos
los medios de transporte se utilizarían única y exclusivamente para el movimiento
de hombres hacia Pestaña. Los países que pudieran utilizar medios alternativos
terrestres también los usarían, pero estos serían los menos y sólo para los
países con dicha comunicación con Pestaña.
Para los aviones el
método a seguir era el siguiente, sólo irían pilotados por hombres y tendrían
sólo el combustible justo para llegar a Pestaña, si tenían alguna duda de
cuánto combustible sería ese, que preguntaran a una aerolínea muy famosa por
aquellos tiempos que era experta en esos temas, se llamaba Pyaner, o algo
similar, esta compañía les aconsejaría bien de cómo llenar el depósito del
avión para que no sobrara ni una gota de combustible.
Como habían construido
una inmensa pista de aterrizaje de más de mil kilómetros de largo, había
espacio suficiente para el aterrizaje de todos los aviones. Los aviones, una
vez en tierra, se irían aparcando al final de la pista y así irían dejando hueco
libre para el resto. Dichos aviones ya no se volverían a utilizar nunca más. No
se permitiría ningún tipo de equipaje, así podrían ir más llenos de gente. Este
medio de trasporte al ser el más rápido sería el último en utilizarse.
El primer medio de
transporte que emplearían para llevar a los hombres a su destino final, serían
los barcos, todo tipo de barcos, en algunos, si se aprovecha bien el espacio,
caben cientos de miles de personas. Estos, irán todos capitaneados por mujeres,
ya que una vez desembarcada su carga se volverían a sus destinos o a donde
quisieran, pero que no dejaran los barcos por allí abandonados porque
ensuciarían mucho el mar.
El desembarco de todos
los pasajeros se realizaría en los puntos previstos, en las aperturas previstas
que habrían dejado los constructores del gran circuito de carreras. Las
tripulantes de los barcos, deberían asegurarse de que una vez desembarcado todo
el mundo, esos puntos se cerrasen con su muro correspondiente, de 127 metros de
altura, para que de allí no pudiera salir absolutamente nadie.
Las del otro lado de la
línea tomaron buena nota de todo para que nada se les escapara. Y también las
desearon muchísima suerte y tino en su misión, no hacía falta decirlas que las
apoyaban y que estarían con ellas hasta el final.
-Ánimos y a por ellos
que los tenemos ya en Pestaña-. Se despidieron hasta la próxima conexión que sería
ya con su gran proyecto en periodo de ejecución.
Ya habían hablado con
todos los que tenían que hablar, y ahora estaban ellas solas ante el peligro,
bueno, lo de solas ante el peligro es un auténtico eufemismo, porque ellas
realmente no estaban de momento ante ningún peligro, las que sí que estaban en
peligro era el resto de las mujeres si fracasaban. Si los hombres llegasen a
sospechar lo que se les estaba preparando, no se sabría cuál sería su reacción,
desde luego buena seguro que no era. Ahora bien, si los hombres seguían sin
enterarse de nada y acudían todos a la llamada de Pestaña, los que
verdaderamente estarían en peligro serían ellos mismos, eso sí, solos no
estarían en absoluto.
Pero bueno, vamos a dejarlas a ellas que se sientan
solas ante el peligro y, eso sí, ante el mayor reto de sus vidas al que deberán
enfrentarse.
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