martes, 27 de septiembre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXX)

    Las Ocho estaban muy nerviosas ese día, a pesar de estar acostumbradas todas ellas a tomar grandes e importantes decisiones, ninguna se podía comparar a la que estaban a punto de ejecutar.

  Ese día recibieron la última visita de los espías de Shi, estos les comunicaron que en Pestaña, estaban dando las últimos retoques al gran circuito y a la inmensa pista de aterrizaje y que en breve estarían terminadas, al igual que la extensa parcela del juego. Esta vez los espías se quedaron un poco más de tiempo que en veces anteriores, ya que sería la última vez que se vieran en parecidas circunstancias.

    Los espías no podían tardar mucho tiempo en volver a Pestaña, pues eran los únicos ojos fiables de los que disponían para certificar la llegada de todos los hombres del mundo allí, sin contar los que ya se encontraban recluidos en Calma Yorka. Una vez confirmado que todos estuvieran ya allí confinados, las puertas de Pestaña se cerrarían para siempre y de allí nunca entraría ni saldría nadie más.

    A todas les daba mucha pena despedirse de ellos, porque una vez de vuelta en Pestaña, ya nunca más podrían volver a salir y ya nunca más volverían a saber de ellos. Las ocho y los ocho estaban con lágrimas en los ojos, hasta que a Cuin se le ocurrió una brillante idea.

    Ella recordó que tenía una piedra bien grande en uno de los extremos de Pestaña y desde allí se podía observar perfectamente todo lo que ocurría dentro del país. Los espías podrían vigilar desde lo más alto de la piedra y una vez cumplida su misión, mandarían un helicóptero para rescatarlos y llevarlos hasta Calma Yorka, de donde evidentemente tampoco podrían salir, pero en donde estarían infinitamente más cómodos, y de vez en cuando tendrían ocasión de volver a reunirse con ellas en las islas próximas habilitadas para tal uso.

    Las lágrimas se convirtieron en sonrisas, todos se fundieron en un abrazo y se despidieron deseándose suerte mutua hasta la próxima vez que se vieran, si es que había una próxima vez.

    Los espías, a pesar de ser hombres, estaban totalmente de acuerdo con el método que ellas iban a utilizar para revertir la situación actual. Ellos también eran conscientes de que las cosas no podían seguir como hasta ahora, y aunque ellos serían los segundos más perjudicados, los primeros y principales perjudicados eran evidentemente los que se quedarían en Pestaña, las apoyarían hasta el final.

    También se puso en contacto con ellas el Gerente del Hotel Hiz Sol y Playa, las comunicó que ya habían llegado a Calma Yorka doscientos cincuenta millones de hombres, preguntó si faltaban más, porque realmente ya estaban muy apretados por allí. Le dijeron que no, que ya habían llegado todos los que tenían que llegar. Al despedirse de él le dieron las gracias por todo lo que había hecho por ellas, pues sin su colaboración hubiera sido imposible alojar a toda ese gente allí, también le dijeron que de momento ya no necesitarían más sus servicios, hasta que pasado un cierto tiempo, y si todo salía como esperaban, hicieran uso de las islas que habían quedado vacías, y que por favor, hiciera extensivos también los agradecimientos al expropietario y a Eldelfiel.

    El Gerente, a su vez, también se mostró agradecido por la confianza puesta en él, deseándolas toda la suerte del mundo en cualquiera que fuere el proyecto en el que estaban inmersas, también las mandó saludos y todo el apoyo por parte del expropietario y de Eldelfiel.

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