Las Ocho estaban muy
nerviosas ese día, a pesar de estar acostumbradas todas ellas a tomar grandes e
importantes decisiones, ninguna se podía comparar a la que estaban a punto de
ejecutar.
Ese día recibieron la
última visita de los espías de Shi, estos les comunicaron que en Pestaña,
estaban dando las últimos retoques al gran circuito y a la inmensa pista de
aterrizaje y que en breve estarían terminadas, al igual que la extensa parcela
del juego. Esta vez los espías se quedaron un poco más de tiempo que en veces
anteriores, ya que sería la última vez que se vieran en parecidas
circunstancias.
Los espías no podían
tardar mucho tiempo en volver a Pestaña, pues eran los únicos ojos fiables de
los que disponían para certificar la llegada de todos los hombres del mundo
allí, sin contar los que ya se encontraban recluidos en Calma Yorka. Una vez
confirmado que todos estuvieran ya allí confinados, las puertas de Pestaña se cerrarían para siempre y de
allí nunca entraría ni saldría nadie más.
A todas les daba mucha
pena despedirse de ellos, porque una vez de vuelta en Pestaña, ya nunca más
podrían volver a salir y ya nunca más volverían a saber de ellos. Las ocho y
los ocho estaban con lágrimas en los ojos, hasta que a Cuin se le ocurrió una
brillante idea.
Ella recordó que tenía
una piedra bien grande en uno de los extremos de Pestaña y desde allí se podía
observar perfectamente todo lo que ocurría dentro del país. Los espías podrían
vigilar desde lo más alto de la piedra y una vez cumplida su misión, mandarían
un helicóptero para rescatarlos y llevarlos hasta Calma Yorka, de donde
evidentemente tampoco podrían salir, pero en donde estarían infinitamente más
cómodos, y de vez en cuando tendrían ocasión de volver a reunirse con ellas en
las islas próximas habilitadas para tal uso.
Las lágrimas se
convirtieron en sonrisas, todos se fundieron en un abrazo y se despidieron
deseándose suerte mutua hasta la próxima vez que se vieran, si es que había una
próxima vez.
Los espías, a pesar de ser
hombres, estaban totalmente de acuerdo con el método que ellas iban a utilizar para
revertir la situación actual. Ellos también eran conscientes de que las cosas
no podían seguir como hasta ahora, y aunque ellos serían los segundos más
perjudicados, los primeros y principales perjudicados eran evidentemente los
que se quedarían en Pestaña, las apoyarían hasta el final.
También se puso en
contacto con ellas el Gerente del Hotel Hiz Sol y Playa, las comunicó que ya
habían llegado a Calma Yorka doscientos cincuenta millones de hombres, preguntó
si faltaban más, porque realmente ya estaban muy apretados por allí. Le dijeron
que no, que ya habían llegado todos los que tenían que llegar. Al despedirse de
él le dieron las gracias por todo lo que había hecho por ellas, pues sin su
colaboración hubiera sido imposible alojar a toda ese gente allí, también le
dijeron que de momento ya no necesitarían más sus servicios, hasta que pasado
un cierto tiempo, y si todo salía como esperaban, hicieran uso de las islas que
habían quedado vacías, y que por favor, hiciera extensivos también los
agradecimientos al expropietario y a Eldelfiel.
El Gerente, a su vez, también se mostró agradecido por
la confianza puesta en él, deseándolas toda la suerte del mundo en cualquiera
que fuere el proyecto en el que estaban inmersas, también las mandó saludos y
todo el apoyo por parte del expropietario y de Eldelfiel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario