miércoles, 12 de octubre de 2016

Caperucita nunca será devorada (LXXIV)

  Las Ocho pensaron en llamar a sus colegas para decirles que a la presión de un dedo sobre un simple botón, comenzaría la fase promocional del final de su proyecto, pero pensaron, que como ellas ya lo verían en sus respectivos países, mejor dejarlas que se llevaran la gran sorpresa y después seguro que llamarían para decirles que les había parecido la campaña y cuál era la reacción que estaban teniendo los hombres.

  Por deferencia a Cuin, principal impulsora de todo este tinglado, dejaron que fuera ella quién apretara el botón rojo, porque sí, el botón era rojo, y el principio del final y a su vez el final del principio estaría servido.

  Cuin apretó sin ningún titubeo el botón rojo y los anuncios e informativos, perfectamente sincronizados y traducidos a más de quinientos idiomas, comenzaron su andadura por todo el mundo.

  Ellas ya habían terminado su misión, pero todavía no su objetivo, ahora sólo les quedaba esperar a que todo aconteciera según lo previsto, se prepararon un buen vodka con zumo de naranja natural y salieron al jardín de la Casa Rural a esperar tranquilamente la sucesión de acontecimientos, mientras hacían apuestas de quiénes serían los primeros en llamar, si los espías de Shi, que ya no eran de Shi, sino que pertenecían a las Ocho, o sus colegas de plan.

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