Pistina fue quien les
dio la respuesta. Se había producido una tremenda erupción solar, que había
afectado entre otras cosas, al tendido eléctrico de todo el mundo. Nada
funcionaba, ni cafeteras, trenes y aviones, ni lámparas, ni satélites y por
supuesto, mucho menos la televisión. No funcionaba nada que tuviera un cable
colgando, con una especie de hilos de bronce de por medio, o cualquier aparato
que necesitara de ondas electromagnéticas o pilas, de los diferentes modelos que hay en el mercado, para su cumplir su fin. Ni siquiera el teléfono fijo, el medio más
seguro de intercomunicación, había resistido ante la brutalidad de ese
fenómeno.
Por las mañanas las
ciudades estaban paralizadas, sólo se veían grupos de hombres deambulando por
las calles amenazando a todo lo que encontraban a su paso, incluidos árboles y
farolas. Por la noche, se sumían en la total oscuridad. Había caos y
vandalismo, se saqueaban todo tipo de tiendas, excepto las de electricidad y
electrónica, ya que esos aparatos en la situación actual, no servían
absolutamente para nada.
Todas estaban muy
asustadas. La evolución de la especie había dado marcha atrás, los hombres cada
vez se parecían más a los animales, incluso estos, en algunos casos, les habían
superado ya en inteligencia y educación. Ellas de momento aguantaban el tipo,
pero tampoco sabían cuánto tiempo más podrían resistir.
Esa misma mañana, se
había recuperado el fluido eléctrico y por fin se pudieron tomar una café bien
calentito. También se ha recuperado ya el transporte, gracias a que los surtidores
de combustible empezaban a funcionar. La televisión también, pero de momento no
se podía ver absolutamente nada en ella. Los hombres se habían calmado un poco,
pero todavía se les notaba nerviosos e inquietos, cualquier mínimo
contratiempo, podría desencadenar el desastre total y final.
Maldita erupción solar
pensaron Cuin y compañía, ya podría haber esperado el sol otros cientos de años
para expulsar sus gases. Sería gracioso que un fenómeno de esas características
les arruinara su proyecto ideado con tanto cariño y esmero.
Se pusieron en comunicación con el resto de sus
colegas, todas les contaron más o menos lo mismo. Todas habían sufrido
circunstancias parecidas, dependiendo del grado de utilización de tecnología
eléctrica en sus respectivos países. Así, en algunos, pocos, muy pocos,
prácticamente no lo habían notado y en otros, la vida de sus ciudadanos se
convirtió en un auténtico infierno, ya que ni siquiera tenían la ocasión de
lavarse con agua caliente, que catástrofe, que tragedia, tener que lavarse con
agua fría, o en su defecto tener que hacer el esfuerzo de encender un fuego, coger un caldero, llenarlo de agua y calentarla con ayuda de estos dos elementos. Ante esta disyuntiva, la inmensa mayoría dejó de lavarse, con el
consiguiente ahorro de agua y el excesivo y desmesurado gasto en ambientadores.
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