En Calma Yorka, Kerkel se
encontraba con gente de casi todas las nacionalidades, razas y colores, que
generalmente también viajaban en grandes grupos y con las mismas intenciones,
tomarse unos días de descanso o como decía el cien por cien de los allí
reunidos, disfrutar de sus bien
merecidas vacaciones. Desconectar lo llamaban, esto a Kerkel le venía de
maravilla, pues al estar desconectados los podía observar con total
tranquilidad y sin temor a incómodos malentendidos.
A Kerkel le encantaba
aquel lugar, comentó a Cuin que muchas veces tuvo intención de comprarlo pero
nunca llegó realmente a decidirse y que tal vez ahora era el mejor momento para
hacerlo, Cuin la miró y con una maligna sonrisa le dijo:
-
No pienses en eso ahora, si todo sale bien, pronto el mundo entero será para nosotras-.
La rutina era la norma en
ese periodo vacacional, se desayunaba a las 07:00h, desayuno tipo bufete, se
comía a las 13:00h, comida tipo bufete y se cenaba a las 20:00h, cena tipo
bufete. Se huía de la rutina diaria, para adentrase en la rutina vacacional,
que a diferencia de la anterior suele durar bastante menos.
Después del desayuno, Kerkel y sus amigas se
embadurnaban de cremas, se ponían bañadores último modelo, uno por la mañana y
otro por la tarde, ninguno igual al otro, pareos de colores vistosos, chanclas
rojas, amarillas, verdes y blancas, dependiendo del modelo de bañador y pareo, con amplios sombreros también a juego. Bajaban a la playa y se tumbaban al sol para
que sus cuerpos cogieran un bonito tono de piel. A media mañana se tomaban una
margarita bien fría con un exquisito cóctel de frutas. Cuando el calor empezaba
a apretar, se dirigían tranquilamente hacia la orilla del mar, caminando con
elegancia y procurando no levantar ni un grano de arena, una vez en el agua,
avanzaban con lentitud, dejando que el cuerpo se adaptara a la temperatura del
agua, nadaban un poquito, procurando ni salpicar ni molestar, salían del agua
igual de tranquilas que habían entrado y volvían a su lugar al sol, secaban su
piel y cabellos con toallas también a juego con bañador, pareo, chancla y
sombrero. Kerkel quizá no hiciera esos movimiento con tanta gracia, estilo y
elegancia que sus compañeras, pero tampoco podríamos decidir que desentonara
mucho.
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