Si bien Kerkel no había
experimentado exactamente las mismas sensaciones que Cuin, sí había tenido otras
experiencias en un ámbito distinto al de Cuin, pero que también le hacían recorrer un extraño escalofrío por todo su cuerpo y que se aprestó a contar.
Kerkel, como cualquier
ciudadana de su país, solía tomarse un par de
semanas libres, que utilizaba para viajar a un lugar soleado y tranquilo
donde poder olvidarse un poco de su gran responsabilidad. Siempre viajaba
acompañada de sus amigas y los respectivos maridos, amigos, amantes o
simplemente acompañantes de todas ellas.
A Kerkel le gustaba más
ir en temporada baja, por tranquilidad, precio y disponibilidad, pero debido
principalmente a motivos de agenda, le era prácticamente imposible escoger esas
fechas, así que tenía que viajar cuando generalmente lo hacía el resto de la
población, con los evidentes inconvenientes que eso conlleva. En esos viajes,
al estar mucho más relajada y no sometida a las constantes presiones de su
cargo, Kerkel tenía más tiempo para observar el comportamiento de las personas
y especialmente el de los hombres.
Viajaba siempre al mismo
lugar, una preciosa isla, rodeada de otras más pequeñas pero igual de bonitas, llamada
Calma Yorka, que más adelante desarrollará un papel importantísimo en la historia
de una parte de la humanidad.
Se alojaba siempre en el mismo hotel, que
prácticamente reservaban para ella y su grupo, en total unas 410 personas más o
menos. El hotel, que antes se llamaba Hotel Hiz Sol y Playa, había cambiado ese
año el nombre por el de Hiz Spa&Resort, cuando preguntó al Gerente el porqué
del cambio, este no supo muy bien qué responder, contestando pasado un minuto, que seguramente sería por
necesidades de mercado, y haciendo responsable de tal cambio al departamento de
marketing, que tras siete meses de reuniones, haberse cruzado tres mil
quinientos doce mails, más de medio millón de whatsapps e intercambio de ideas
a través de twitter, instagram y unas cuantas aplicaciones más y habiendo
mantenido más de treinta mil conversaciones telefónicas, desde los modernos e
inteligentes aparatos denominados ifones, o algo similar, habían llegado a la
conclusión de que ese cambio de nombre era bueno para el negocio, aunque el
resto del hotel permaneciera exactamente igual que hace 35 años. Eso sí, el
Gerente del hotel le hizo saber a Kerkel, que si prefería el nombre anterior,
inmediatamente se cambiaría, Kerkel, lo pensó un segundo, pero al final no le
dio mayor importancia, ella sólo iba allí a disfrutar e intentar olvidarse de
sus responsabilidades.
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