lunes, 12 de octubre de 2015

Caperucita nunca será devorada (VIII)

  Si bien Kerkel no había experimentado exactamente las mismas sensaciones que Cuin, sí había tenido otras experiencias en un ámbito distinto al de Cuin, pero que también le hacían recorrer un extraño escalofrío por todo su cuerpo y que se aprestó a contar.

  Kerkel, como cualquier ciudadana de su país, solía tomarse un par de  semanas libres, que utilizaba para viajar a un lugar soleado y tranquilo donde poder olvidarse un poco de su gran responsabilidad. Siempre viajaba acompañada de sus amigas y los respectivos maridos, amigos, amantes o simplemente acompañantes de todas ellas.

  A Kerkel le gustaba más ir en temporada baja, por tranquilidad, precio y disponibilidad, pero debido principalmente a motivos de agenda, le era prácticamente imposible escoger esas fechas, así que tenía que viajar cuando generalmente lo hacía el resto de la población, con los evidentes inconvenientes que eso conlleva. En esos viajes, al estar mucho más relajada y no sometida a las constantes presiones de su cargo, Kerkel tenía más tiempo para observar el comportamiento de las personas y  especialmente el de los hombres.

  Viajaba siempre al mismo lugar, una preciosa isla, rodeada de otras más pequeñas pero igual de bonitas, llamada Calma Yorka, que más adelante desarrollará un papel importantísimo en la historia de una parte de la humanidad.

  Se alojaba siempre en el mismo hotel, que prácticamente reservaban para ella y su grupo, en total unas 410 personas más o menos. El hotel, que antes se llamaba Hotel Hiz Sol y Playa, había cambiado ese año el nombre por el de Hiz Spa&Resort, cuando preguntó al Gerente el porqué del cambio, este no supo muy bien qué responder, contestando pasado un minuto, que seguramente sería por necesidades de mercado, y haciendo responsable de tal cambio al departamento de marketing, que tras siete meses de reuniones, haberse cruzado tres mil quinientos doce mails, más de medio millón de whatsapps e intercambio de ideas a través de twitter, instagram y unas cuantas aplicaciones más y habiendo mantenido más de treinta mil conversaciones telefónicas, desde los modernos e inteligentes aparatos denominados ifones, o algo similar, habían llegado a la conclusión de que ese cambio de nombre era bueno para el negocio, aunque el resto del hotel permaneciera exactamente igual que hace 35 años. Eso sí, el Gerente del hotel le hizo saber a Kerkel, que si prefería el nombre anterior, inmediatamente se cambiaría, Kerkel, lo pensó un segundo, pero al final no le dio mayor importancia, ella sólo iba allí a disfrutar e intentar olvidarse de sus responsabilidades.

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